Estados Unidos sigue a lo suyo. Con la ejecución hace dos días de Troy Davis en el estado de Georgia van ya 1.269 personas asesinadas desde que reinstauraron la pena capital. No sé cuántas de esas personas «ajusticiadas» eran culpables y no me importa. La pena de muerte es una barbaridad que no debería estar consentida por la ONU, sea el país que sea. Para más inri, en el caso de Davis se dan una serie de circunstancias que lo hacen aún más lamentable. A saber:
- Nunca se encontró el arma homicida
- Balística no pudo probar de forma concluyente que las balas que acabaron con la vida de Mark McPhail hubieran sido disparadas por la misma pistola con la que se atribuye a Davis un tiroteo unas horas antes
- La mayoría – siete de nueve – de los testigos se retractaron de sus primeras declaraciones en las que decían reconocer a Davis como autor del asesinato, declaraciones que admitieron haber sido hechas bajo coacción policial
No me cabe en la cabeza que para vengar una muerte se planifique otra. No estoy hablando de matar «con el calentón», de ver ante ti al que crees ser el asesino de tu hij@, padre, madre o familiar cercano y lanzarte a por él, cosa que igual podría tener su justificación – no lo creo, de todas formas – sino de asesinar premeditadamente a un hombre aun a sabiendas de que existen serias dudas sobre su culpabilidad.
¿Acaso no es pena suficiente pasar el resto de tus días en la cárcel? Entiendo y respaldo la cadena perpetua, me parece que hay gente que sencillamente no puede vivir en sociedad, incluso gente que no merece una segunda oportunidad. El mal existe. Una cadena perpetua permite, además, que en casos donde no esté totalmente probada la culpabilidad de una persona se pueda seguir investigando.
¿Qué ocurriría ahora si, como en otras ocasiones, aparece un tipo atribuyéndose el asesinato de McPhail? Davis defendió su inocencia hasta su último aliento – que le quitaron, dicho sea de paso, usando entre otras drogas un anestésico veterinario. No se le podría devolver la vida a Davis ni se podría condenar a otro por un delito ya juzgado y, tal vez, hasta prescrito. Y en los Estados Unidos le llaman a esto hacer justicia.