Utopías de nuestro tiempo

El pasado sábado tuvieron lugar gran cantidad de manifestaciones por todo el mundo al hilo de lo que se ha llamado aquí en España el movimiento 15-M. El descontento «generalizado» abarca a muchos miles de personas, pero son muchos millones más los que no se sienten identificados con él.

Yo me encuentro entre dos aguas, comparto la gran mayoría de las reivindicaciones de este movimiento, de esta especie de utopía moderna, al igual que puedo entender que mucha gente esté hastiada de este sistema capitalista salvaje, donde prima el beneficio de unos pocos por encima del bienestar de muchos. Nos fueron envolviendo en una manta de consumismo imparable y ya no sabemos ni dónde estamos. Quizás sí sabemos dónde nos gustaría estar pero, ¿sabemos cómo llegar allí?

Soy de la extrema opinión de que los cambios profundos son siempre traumáticos. En el sentido literal de la palabra. Pocas cosas se consiguieron en la Historia de la Humanidad sin mediar cruentas guerras o revueltas civiles. Y hoy en día no vamos a ser la excepción. Desbancar de sus posiciones de privilegio a políticos, ricachones sin escrúpulos y demás causantes de la sociedad de mierda actual no se va a conseguir con manifestaciones, ya se hagan 2 o 1.000.

Como me considero civilizado no voy a abogar por eso. La variante que, solo tal vez, podría acercarnos a la utopía tendría que venir desde dentro. El cambio de sistema que no pase por unirse a él para intentar cambiarlo no va a conducirnos a nada. Sin embargo, el movimiento 15-M insiste una y otra vez en que son apolíticos y no pretenden fundar un partido. Entonces, ¿de qué sirve todo esto? Hacer manifiestos, idearios y demás se queda en un brindis al sol, una voz en el desierto, ¿o acaso pensamos que el sistema actual, retroalimentado por nosotros mismos, va a decidir cambiar? Es más, ¿quién o qué debe cambiar?

Son las cosas que echo de menos en el 15-M. Apoyo la mayoría de consignas, pero no entiendo que no se tome una decisión sobre dónde se debe posicionar el movimiento, aunque esta posición sea a la izquierda. O revuelta, con todas sus consecuencias, o partido político que cambie la forma de hacer las cosas. Medias tintas no valen para nada.

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