Voy a revisar hoy la nueva versión de la «mini-distro» por excelencia, Puppy Linux. Se trata de la 5.3, también llamada Slacko, y al igual que sus anteriores versiones esta distribución ocupa menos de 200 Mb de cualquier USB o CD, desde los cuales carga directamente a la RAM y allí se ejecuta todo. Como consecuencia de esto es, obviamente, rapidísima y permite almacenar el trabajo de cada sesión en el propio medio desde el que se ejecuta. Una maravilla que se puede llevar en una llave usb y ejecutar en cualquier ordenador sin alterar su contenido.
Lo antes mencionado es, sin duda, la gran ventaja de Puppy Linux. Su pequeño tamaño, su escritorio ligero – de hecho arranca con un gestor de ventanas, JWM – y sus aplicaciones simples pero eficaces tampoco son moco de pavo. Pero veremos en el análisis que, más allá de eso, no resulta tan útil como distribución estable de escritorio, al menos en mi caso. Comencemos.
En primer lugar llama la atención la dificultad para cambiar el idioma. El inglés, por fortuna, no es problema para mí pero sí lo es para mucha gente. Por mucho que en la utilidad de configuración de lenguaje de Puppy esté marcado el español el escritorio siempre queda «a medio traducir», esto es, cosas en nuestro idioma y cosas, la mayoría, en la lengua de Shakespeare. Extraño error que puede llevar a mucha gente a no tener en cuenta la distribución.
Sigamos con la instalación. El modo live es absolutamente fantástico, rápido y efectivo, como comentaba antes. Realmente no es precisa la instalación a disco duro, pero he preferido hacerla para poder valorar a la distribución en igualdad de condiciones con las demás. Ni que decir tiene que se instala rauda y veloz, es entonces cuando comienzan los problemas.
Nada más iniciar aparece un extraño menú Grub, donde se encuentran enumeradas mis instalaciones de Arch Linux y Windows XP junto al propio Puppy. La partición del sistema operativo de los muchachos de Redmond funciona sin problemas, pero Arch… nada de nada. Primer error y doloroso, pues me obliga a reinstalar Grub para seguir disfrutando de mi distribución de cabecera. La cosa empeora, al iniciar Puppy lo primero que aparece es el mensaje «undefined video mode number» en una pantalla en negro. Terrorífico para cualquiera no iniciado, afortunadamente el mensaje desaparece a los 30 segundos y da paso a una utilidad de configuración de vídeo – toda ella en inglés.
Para navegar por la web viene instalado por defecto SeaMonkey, un navegador ligero basado en Mozilla que funciona muy bien, con extensiones de Firefox incluso. La primera vez que inicias te ofrece instalar Adobe Flash Player y ya todo funciona perfectamente. Fluido y sin complicaciones. 5 puntos.
La reproducción de vídeo, tarea para la que cuenta con Gnome Mplayer, se tropieza con el problema habitual en mi ordenador. Reproducción a saltos y con saturación exagerada de color. Existe una utilidad en Puppy que instala el driver Mesa para Intel, pero no arregla el problema. Al instalar VLC, presente en el repositorio, desaparece la saturación, pero no los saltos. 2’5 puntos, por reproducir sin problemas mpg, avi y mov. HD y mkv ya son otra historia.
Para escuchar música nos ofrece PMusic, un sencillo reproductor que cumple con lo mínimo exigible. Lógica su elección en esta distribución, no desentona y la calidad del sonido es buena. 5 puntos.
El paquete ofimático es el de Gnome, con AbiWord y Gnumeric como estandartes. Sencillos y prácticos, también a juego con la distro, nada que objetar. Libreoffice se puede instalar desde el repositorio. 5 puntos.
La gestión de fotos no parece importante en el entorno de esta distribución. No incluyen ningún programa específico para organizar – sí uno para descargar fotos desde la cámara digital – ni se puede descargar ninguno. Si queremos editar, Gimp está disponible para descarga. 2’5 puntos.
En esta primera fase de la evaluación, Puppy Linux 5.3 suma 20 puntos entre 5, que lo dejan con un 4. Vamos a seguir.
La impresora no fui capaz de instalarla, la interfaz web de CUPS se inicia pero no hay manera de añadir nuevos dispositivos. El escáner sí funciona y la utilidad Xsane también. 0’25 puntos.
La webcam, como muerta. Ni se enciende la luz, ni hay programa disponible para probarla, pero Xsane no la muestra entre los dispositivos de captura, lo que me lleva a pensar que no es reconocida. 0 patatero.
El reconocimiento de los otros sistemas operativos vamos a dejarlo en 0’5 puntos, pues si bien es cierto que los reconoce, el no poder iniciar Arch le resta puntuación.
Sobre el software disponible, como siempre digo, el que yo necesito personalmente: está Dropbox – a través de una utilidad instalable llamada Cloud – y también están Skype y Google-Earth. Fallan jDownloader y Vagalume. 0’6 puntos.
Las opciones de hibernación y suspensión no he podido probarlas, no aparecen por ningún sitio. El menú de apagado solo ofrece eso, apagar, más reiniciar y matar las X. Pero nada de suspensión a RAM. Como quiera que en el resto de opciones no se produjeron cuelgues, le otorgo 0’5 puntos en estabilidad.
Recapitulando, Puppy 5.3 suma 5’85 puntos. Es la peor puntuación de las distribuciones revisadas hasta ahora, aunque en su favor he de decir que no está orientada a la instalación y uso como sistema de escritorio, digamos, tradicional. Su utilidad, sin embargo, está fuera de toda duda. Cuando tengas cualquier problema con el disco duro y necesites una distribución plenamente funcional en apenas 1 minuto ahí estará Puppy Linux. Yo la tengo en un usb aparte, siempre te puede sacar del apuro.