Rancios

A propósito de una encuesta que publica hoy la web de una cadena de televisión privada nacional me pregunto por qué me ha tocado nacer en un país como este. ¿Por qué? Cada año que pasa me siento más ciudadano del mundo y menos español, más globalizado y menos localizado, imposible sentirse menos identificado con la gran mayoría de habitantes de este trozo de tierra.

La citada encuesta la realizan con el siguiente enunciado: ¿Es partidario de importar fiestas de otro países como Halloween? Resultado: 67% no es partidario. Vaya por delante que no soy un fan de la fiesta de orígen celta – que no norteamericano, como se empeñan en recordar erróneamente por aquí y por allá – y que no me he disfrazado en mi vida. Pero, ¿qué daño hace esta fiesta? ¿Qué ven mis compatriotas de peligroso para «nuestra cultura» el que unos niños se disfracen una noche y salgan a pedir caramelos por las casas? Por no entrar en lo erróneo del enunciado, fiestas en plural. ¿De qué fiestas estamos hablando? ¿Celebramos aquí el año nuevo chino, por ejemplo? ¿Celebramos todos el ramadán?

¿Se puede ser más cazurro, más cerrado? La gente no se para a pensar en lo más simple, es solo una fiesta para que disfruten los niños y ganen algo de dinero las tiendas de disfraces y todo a cien. Pero no, aquí lo normal es darse golpes en el pecho, mis fiestas son las mejores, únicas y verdaderas, a ser posible de orígen religioso, faltaría más. Huesos de santo y visitas plañideras al cementerio, dónde va a parar. Estos yankis con su afán de dominar el mundo nos imponen sus fiestas paganas…

Pues esto es lo que hay. Un país rancio, arcaico, que retrocede en vez de avanzar, que se prepara en masa para votar a la derecha solo porque un supuesto partido de izquierdas ha fallado y no ven más allá, ni unos ni otros. Estos son los mismos que rechazan una inocente fiesta de niños, los mismos de rancio abolengo, un 67% y subiendo. Por mí se pueden ir con todos sus muertos. A rezar y eso.

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