Anoche asistí, junto a otros doce millones de personas, a la exposición política barruntada por la Academia de la TV. Llamar a eso debate sería demasiado generoso. No tenía excesivas esperanzas en sacar algo en claro de los cien minutos que duró esa sucesión de intervenciones de las dos personas que aspiran a sacar a este país del entuerto en que se halla. Y no me defraudaron, para nada, tras lo de anoche estoy más que convencido de que nos vamos a pique sin remedio.
De un lado el candidato del actual partido en el poder, comportándose como si ya estuviera en la oposición, con cara y actitud de derrotado de antemano, como si le costase un mundo articular cada palabra. Como si supiese ya que la redacción de su programa, de unas 150 páginas, ha sido un trabajo inútil. Probablemente sea así. De su boca salieron algunas propuestas que a mí, personalmente, me parecen positivas, como la intención de eliminar las Diputaciones provinciales, cuya utilidad está en entredicho, y aún siendo útiles no justifican el dispendio. La necesidad de cambiar la obsoleta ley electoral también me parece destacable. Sobre sus propuestas económicas prefiero no pronunciarme, soy un negado en estas cuestiones, pero me quedo con que, al menos, las tiene.
Del otro lado, el aspirante, con actitudes y discurso de presidente. Se sabe ganador, y no lo esconde. Pero más allá de eso, ¿qué propone? Absolutamente nada. Dice este señor que la clave para salir de esta crisis está en crear empleo, créame usted que hasta ahí sé llegar yo solo, señor Rajoy. Y, ¿cómo se supone exactamente que van ustedes a hacer eso? Con un plan, sin improvisaciones, como dijo usted ayer. Claro, un plan consistente en… Parece que sus papeles sobre la mesa, que ayer consultaba usted a cada momento, no tenían la respuesta ni, desgraciadamente, la tendrán. Es más, su silencio cuando el señor Pérez Rubalcaba le espetaba sobre puntos claves, como la revisión de las pensiones o la privatización de la sanidad y la educación resulta muy inquietante. Parece que no había tenido nada que ver con la redacción de su programa, parece, en definitiva, marioneta de alguien más.
En suma, uno que quiere y no puede. Otro que puede y no quiere. Es lo que hay. Ni una sola mención por parte del señor Rajoy a cuestiones fundamentales para no volver a repetir esta infamia que siguen perpetrando entre los dos partidos. La injusta ley electoral, los derechos de por vida que obtienen los parlamentarios, la absoluta sumisión del Gobierno a los dictámenes de la UE y los mercados, esos nidos de especuladores sin escrúpulos. Nada sobre la dación en pago de una vivienda hipotecada muy por encima de su valor real. Nada sobre la supresión de estructuras absurdas como el Senado y las Diputaciones. Nada sobre el hecho insostenible de que la sanidad y la educación dependan de la Comunidad Autónoma de turno. Nada de nada.
Como no se trata solo de echar porquería encima de ustedes dos, les doy unas propuestas:
- Reformen la ley electoral de una vez, las listas deben ser abiertas (esto está en el programa del señor Pérez Rubalcaba) y los votos deben valer lo mismo. Ya está bien de favorecer los regionalismos, el voto de un señor de Catalunya no puede valer más que el mío.
- Reformen la Constitución, no es tan difícil, cuando les interesa bien que se ponen de acuerdo para ello. El Estado no puede tener tan poco peso en cosas tan importantes como sanidad, educación, fiscalidad, etc. Es de sentido común. Acaben ya con los 17 sistemas sanitarios y educativos, es una locura, un gasto insensato y una injusticia enorme.
- Acaben con la desfachatez que supone el que sean los poderes políticos los que nombren a los miembros del Tribunal Constitucional. Hay que tener poca vergüenza para permitir esto, gobierno tras gobierno.
- Déjense ya de localismos baratos y fusionen ayuntamientos. No puede ser que cada aldeilla de poca monta tenga su propio consistorio con cargo a los Presupuestos Generales del Estado. Ahorren, mancomunen, junten en lugar de separar.
- Dejen ya la falacia de que la precariedad laboral se impone para crear más empleo. Yo les digo que eso no se lo cree ni el que lo inventó. Los contratos temporales y los abaratamientos del empleo solamente favorecen a los de siempre, empresarios que en este país, en general, no miran por el desarrollo de todos, no invierten los beneficios en crear más empleo, no. Los llevan a cuentas suizas. Así que no me cuenten más milongas e impongan contratos indefinidos, no hagan caso a la CEOE, siempre llorando porque no pueden elevar sus beneficios más. Dénse cuenta de que son un panda de ladrones, dénse cuenta de una vez.
- No destinen ni un euro más a salvar el culo de la banca. Estos son más de lo mismo, otros que abogan por privatizar los beneficios y, si hay pérdidas, a llorar para que seamos los ciudadanos, a los que han estafado, los que paguemos su rescate. Si quieren dinero, préstenselo y que lo devuelvan. Ya está bien de poner la cama.
- Los referéndums están para algo, utilícenlos. Dejen de hacer y deshacer a su antojo, amparándose en que un voto cada cuatro años les da carta blanca para todo. Esto no es así en otros países, países cuya democracia está mucho más sana que la nuestra. Las cuestiones de Estado se deben someter a consulta popular.
Sé que no leerán esto, pero ahí lo dejo. Todos estos puntos se encuentran en el programa de un partido minoritario al que nadie votará. En un país donde la dualidad y el cainismo se imponen en casi todos los ámbitos de la vida, la política se reduce a eso, PSOE y PP, PP y PSOE. Lo demás, no existe. Mucha gente no ve más allá de votar a uno para castigar a otro. Yo me quedo con una frase que leí hace unos días en una viñeta de Antonio Mingote: «ojalá no fuera español, para poder reírme».