Todos los caminos (me) siguen llevando a Arch

Ha sido una semana larga, de pruebas y más pruebas con el equipo nuevo. El hardware recién estrenado, con sus problemas hasta ahora desconocidos para mí en Linux, merced a la tarjeta gráfica ATI Radeon incorporada al microprocesador, han devenido en un sinfín de intentos de configuración, errores repetidos, cambios de distribución… En definitiva, quebraderos de cabeza y consumidores de un valioso tiempo libre (por lo escaso del que dispongo, no por otra cosa) que se me antoja ya demasiado bueno para desperdiciarlo.

Hago esta reflexión porque estoy harto. Y si los problemas de Linux me cansan a mí, que disfruto configurando equipos y probando distribuciones, qué no le harán a un usuario novel, a alguien que decide adentrarse en el mundo del software libre armado únicamente con dosis de ilusión y ganas de aprender (o no, eso depende). Nos pongamos como nos pongamos, digamos lo que digamos, la cantidad de problemas que plantea una instalación de un sistema Linux en un equipo moderno es apabullante. Lo que en unas distribuciones no da problemas, lo da en otras y viceversa. De ahí la eterna búsqueda de la distribución perfecta, y lo digo desde mi amplia experiencia como distro-hopper irredento, que nunca se encuentra. Acaso, porque ni ha existido, ni existe, ni lamentablemente existirá.

Son varias las voces que se alzan últimamente, sobre todo desde la aparición de Unity y Gnome 3, contra la absurda fragmentación del mundo del software libre. Muchos opinan que es la principal, sino la única, causa de su imposibilidad manifiesta para imponerse a Windows, sistema que implementa un único entorno de escritorio y una forma de hacer las cosas común a todos los que lo usan. Vaya por delante que no estoy del todo de acuerdo con esta afirmación, pero sí en parte. Parece que Linux está llegando a un punto sin retorno en el que cabe replantearse algunas cosas.

He probado tantas distros a lo largo de los años que creo que puedo opinar, con conocimiento de causa, que la gran mayoría solamente difieren en aspectos puntuales, casi siempre estéticos o de cambiar algún que otro script. Nada más. La mayoría son distros mantenidas en su tiempo libre por pocas personas, quienes encuentran satisfacción personal en el desarrollo de dichas distros, y a su vez contribuyen a que haya más donde elegir. Pero, ¿a qué precio? Se rompen estándares y se hace más difícil la causa común y más fácil que aparezcan errores. ¿Merece la pena?

En fin, es una pregunta compleja sobre la que se puede reflexionar largo y tendido sin llegar a conclusiones definitivas. Tampoco se pueden poner puertas al campo en un mundo donde esperamos soporte y resolución de problemas sin pagar por ellos. Sería injusto, la verdad. Todo este tocho lo escribo en referencia a los problemas que encontré usando LMDE, básicamente fallos gráficos y con la suspensión a RAM. Opté por darle una oportunidad a Chakra, sobre la que tengo pendiente una revisión de su versión Archimedes. Resultó una muy buena elección, conseguí configurarla casi sin esfuerzo y además me instalaba los drivers propietarios de ATI directamente. Pero el planteamiento «talibán anti-gtk» es demasiado para alguien acostumbrado a usar Firefox, GIMP o Shotwell. Simplemente, no me interesa esa filosofía y solo me trajo problemas el trabajar con los famosos «bundles».

Mi siguiente paso fue openSuse. Ha mejorado mucho desde mi última revisión, gracias a las actualizaciones publicadas. Errores aleatorios, esta vez no relacionados con la gráfica, sino más bien con la gestión de paquetes y mis intentos frustrados de encontrar o compilar un cliente para lastfm me hicieron desistir, después de pasar casi todo un día configurando el entorno de escritorio a mi gusto.

Fue esto último, la pérdida de tiempo inherente a la instalación de cualquier sistema operativo, incluyendo el de Microsoft, por supuesto, lo que me llevó a plantearme volver a Arch Linux. Había estado evitando a mi distro preferida por mi falta de tiempo para configurarla desde el inicio. Pero el esfuerzo inútil empleado en openSuse desmontó por completo esta teoría. Ya que vamos a configurar, configuremos una vez y bien. Portátil con la wiki de Arch delante y, paso a paso, monté mi sistema con KDE.

Estoy usando los drivers libres de la Radeon, hasta ahora sin muchos problemas. Efectos de escritorio de kwin funcionando bien. Tengo todos los programas que necesito a golpe de pacman y de yaourt. El sistema va rápido. No he conseguido que se vuelva a levantar la gráfica después de una suspensión a RAM, pero al parecer es algo inherente a cierta incompatibilidad del kernel con la dichosa Radeon. Ahí me rindo, opto por dejar de suspender el sistema y se acabó. Es la única opción si quiero seguir usando Linux. Y llevo demasiado tiempo, tanto que usar Windows me irrita. Gracias a Judd Vinet y Aaron Griffin que existe Arch.

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