Como la lluvia en un día soleado

Seguro que muchos conocéis esa canción. Creada y popularizada por la Creedence allá por 1971, del puño y letra de John Fogerty, y más tarde mil veces versionada. Supongo que hay muchos temas que, lejos de tener un significado concreto, presentan un trasfondo muy distinto según quien los escucha, e incluso yendo más allá, según el ánimo y el momento personal de cada cual. Me estoy refiriendo a «Have you ever seen the rain?», que fue visto durante mucho tiempo como un alegato en contra de la guerra de Vietnam, referente a bombas que caen del cielo en un día despejado. Para mí, que nací cuando aquella sonrojante cruzada americana ya había finalizado, tiene una lectura personal muy diferente.

Imagen: Shutterstock

No sé si a muchos os habrá pasado, imagino que a alguno sí, por desgracia. El sentimiento de que las cosas van medianamente bien en vuestra vida, el cielo está azul, o al menos, no está gris, y sin embargo tenéis la desagradable sensación de que comenzará a llover en cualquier instante. Ignoro si esto tiene algún nombre concreto en el campo de la Psicología (Vicente, si estás leyendo esto, yo te invoco…), lo que sí sé es que es un perfecto arruinador de momentos felices. Como una ansiedad anticipatoria de algo terrible que ha de suceder, de modo irremediable. Este nerviosismo comienza a hacerse fuerte y a crear un círculo vicioso que conduce a estados de bloqueo mental poco recomendables.

Es difícil encontrar el origen exacto de este problema. Tal vez ni siquiera tiene un comienzo definido. Sobre qué lo causa, tengo mis teorías. Una mezcla de predisposición genética y acontecimientos sorpresivos durante mi infancia que truncaron un par de veces, allá por mis once años, la sensación de felicidad y de balsa de aceite que se supone debe ser esa etapa de la vida. Para no ahondar mucho más ni entrar en intimidades, digamos que en un abrir y cerrar de ojos mi familia normal se convirtió en disfuncional, y mi salud se quebró hasta dar con mis huesos en un quirófano de Urgencias con la sensación de que hasta ahí había llegado. Bueno, siendo realistas, no era para tanto, pero para un niño de esa edad el asunto tiene la gravedad que sus padres le quieran otorgar. Mi madre, que arrastraba también su propia historia personal de desencadenantes hipocondríacos, lejos de quitar hierro al asunto, adoptó una postura y un comportamiento tales que me llevaron al convencimiento absoluto de que en aquella mesa de operaciones de aquel frío quirófano iba a palmar. Así de crudo lo viví, así lo cuento.

Desde entonces, y estamos hablando de finales de la década de los ochenta, llevo conmigo esta cruz, que en diferentes etapas de mi vida se ha manifestado de maneras diversas. Un profesional me dijo una vez que siempre ando a la espera de que las cosas se tuerzan, que no entendía la vida de otra manera. Esto es realmente triste, sobre todo porque no puedo considerar que haya tenido un camino lleno de dificultades, sobre todo comparado con quienes pasan hambre y penurias de toda condición. Pero esto es lo que hay. El verano pasado, un supuesto problema de salud que al final quedó en nada trajo de vuelta la lluvia a los días de sol. Y ha sido este invierno cuando ha explotado, reventando en melancólica apatía, dando al traste con mis aficiones, entre otras cosas. Y GNU/Linux se ha quedado un poco al margen, al igual que este blog.

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Afortunadamente, aun tratándose de un problema cíclico, llega un momento en que uno mismo decide reponerse. Tal vez, de manera consciente o inconsciente, puede que exista también un momento en que uno mismo decide volver a caerse. Pero ahí no puedo profundizar mucho más, ni aunque quisiera, porque no dispongo de «plata» para un Psicoanalista en este momento… Solo quería comentaros que, aunque agazapado, aquí sigo en el mundillo. Tal vez, si soy capaz de ver el sol brillante que luce sobre el cielo en días como hoy, sin aventurar nubes imaginarias que se aproximan, pueda volver a contaros historias linuxeras, como la enésima dificultad que he tenido en Chakra y la distro con KDE que estoy usando ahora. O cómo un artículo de victorhckinthefreeworld me picó para intentar instalar Trisquel sin éxito (malditos adaptadores wifi propietarios). O como descubrí, entre mis tribulaciones nostálgicas, el mundo de las novelas visuales (Everlasting Summer, esa pequeña joya gratuita de origen ruso a cuyos creadores agradezco grandes dosis de entretenimiento y horas de reflexión).

Eso espero y eso deseo. Mientras tanto, cuídense ustedes mucho. Y se admiten apuestas sobre dónde ha ido a parar ahora este eterno «distro hopper» a la espera de que Chakra arregle sus problemillas…

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