El síndrome del linuxero aburrido

Tal vez porque me dedico a la Enfermería o a lo peor porque soy muy novelero, el caso es que me encanta inventar nuevas definiciones patológicas para los comportamientos que observo en la gente que me rodea, además de en mí mismo. Esta semana se me ha ocurrido otra forma de proceder que se podría considerar de anómala o poco saludable, mientras dedicaba unos minutos a comparar mi actividad linuxera presente y la de hace 7 días. La diferencia entre ambos períodos de tiempo estriba en el trabajo que yo llamo «de la vida real», ese que no se realiza frente al monitor sino en el particular campo de batalla de cada cual. El mío es un hospital, servicio de Urgencias, y cuando estoy allí, inmerso en el bullicio, nada más parece importar, hasta el punto que uno se adapta perfectamente a las herramientas informáticas de las que dispone. Y allí, os lo aseguro, todo es Windows. Cuando algo falla, por lentitud o por lo que sea, no dedico un segundo de mi valioso tiempo en pensar que con GNU/Linux todo sería diferente. Si hace falta recurro al viejo axioma informático: apaga y vuelve a encender, que ya se resolverá el problema por sí solo.

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