Vivan las «caenas»

Resulta muy difícil, muchísimo, escribir en días como hoy. Como también es complicado tratar de analizar un resultado electoral que desafía el sentido común sin que se te acuse de infantil, de sufrir una pataleta, como ese niño que se quiere llevar la pelota a casa porque el marcador del partido no es el que esperaba. Aunque quienes me conocen saben que el desenlace de la expresión del pueblo soberano no me pilla por sorpresa. Pesimista era, y mi pesimismo se confirmó. ¿»Andaluces, levantaos»? Andalucía no aspira a levantarse. Seguimos anclados en lo mismo y así continuaremos por los siglos de los siglos. Es la eterna expresión del «vivan las caenas«, cambiando a Fernando VII por una nutrida representación de vividores profesionales que te roban, te engañan, se ríen de ti y, como castigo, reciben tu voto una y otra vez.

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No te tapes la nariz, que queda feo

Hola, «amigo» de Facebook. Hola, «tuitero» al que sigo. Este artículo es para agradecerte la información que contínuamente me aportas. Sí, esa que tú y yo sabemos. Creo que tu dedicado esfuerzo a iluminarme sobre los malvados que nos acechan tras las próximas elecciones bien merece unas líneas de complacencia. Sin ti, sin tus sagaces comentarios y acertadas reflexiones que se apoyan en artículos publicados en medios tan imparciales como el diario de las tres letritas o el que se otorga la razón directamente desde su cabecera, ¿qué sería de mí, y por ende, de mi valioso voto?

Imagen: Shutterstock

Tú te arengas el derecho a ejercer del nuevo centinela de occidente, que nos protege para quitarnos de la cabeza la más mínima intención de servir a intereses oscuros, a conspiraciones del rojerío y los masones. En tu opinión, tan diáfana, tan clarividente, nos está comiendo el coco el diablo, que ahora ya no se viste de Prada, sino de Alcampo. De ahí tu interés en hacerme ver la luz. En comparar prácticas comunes del mundo universitario con tramas enteras de corrupción. En definitiva, en pretender que 1.800 euros son lo mismo que miles de millones defraudados y robados. Claro, va a ser eso, que yo no lo veo pero tú sí.

Pues permíteme responderte. Oye, que a lo mejor llevas tú razón. Lo mismo Pablo Iglesias habla con el mismo pajarito que el presidente de Venezuela. Y todos los «tweets» falsos que manipulan burdamente por ahí son en realidad ciertos. Que es tan torpe como para llamar «casta» a los médicos, cuando entre sus filas éstos se cuentan por cientos. O que en su partido no se votan las decisiones programáticas, que todo lo imponen los cabecillas, esos «perroflautas» de Izquierda Anticapitalista. Las montones de veces que yo he votado dichas decisiones deben ser alucinaciones mías. Voy a tener que ir dejando las drogas de diseño…

Pero, a lo mejor, solo a lo mejor, resulta que tú lees lo que quieres leer. Que necesitas reafirmarte en tu voluntad férrea de seguir defendiendo a ladrones, corruptos y vividores. O que tu primo trabaja en una Empresa Pública de Andalucía, no sujeta a convenios ni a contrataciones mediante concurso-oposición, y estás esperando a ver cuándo te enchufa. O a lo mejor tu familia come gracias a una concesión con la Junta que temes que se vaya a acabar si no se perpetúan los mismos en el poder. Te suena los de «red clientelar», ¿verdad? ¿Son estos tus motivos? Y yo qué sé.

Lo que sí sé es que el voto es libre, o eso parece. Y secreto. Tienes derecho a ir a las urnas y obviar la Gurtel, los ERES, las tarjetas Black, la caja B de la calle Génova, el robo de las preferentes, los recortes de derechos al servicio de voluntades de personas no escogidas por el pueblo y que hablan alemán, Rato y su campanita con sonrisa sardónica, los aforados para eludir la acción de la justicia ordinaria… Y los desahucios. Y los suicidios. Y el futuro que nos espera a nosotros y a nuestros hijos.

Tienes derecho a todo eso. A taparte la nariz, una vez más, y depositar tu confianza en los mismos de siempre. Los que votan en contra de las medidas de transparencia cuando los pequeños partidos las exponen en el Congreso (qué barbaridad, impedir que te juzgue alguien designado por tu partido en lugar de la justicia ordinaria…). Así como tienes derecho a eso, lo tengo yo a proclamar que das cobijo a actuaciones de criminales. Que apoyas a sinvergüenzas, que los jaleas para que nos sigan robando. Que no te importa que continúen adelante con la farsa de democracia en la que nos metieron, sin comerlo ni beberlo, durante la «modélica» transición.

Una cosita te digo: no seas cobarde. Si crees en eso, si te parece que tú también robarías si estuvieras en su lugar, y no hacen nada malo, admítelo. Sé valiente y vota sin taparte la nariz. Pero déjame tranquilo ya con tus discursos del chavismo, de los rojos, de que son peores los que han de venir que los que están. Deja de señalar noticias publicadas por medios con intereses muy claros en esta cuestión, con consejos de administración controlados por capitales a los que les va la vida en que no se rompa el statu quo. Y, sobre todo, no pretendas que tú eres el listo y yo el borrego y el populista, igual me ofendo y contesto, que llevo ya mucho tragado este último año.

Porque, y termino amigo mío, si tuvieras dos dedos de frente te quitarías la venda y pensarías en la extraordinaria anormalidad que acompaña a esa gigantesca lupa que han colocado sobre la gente de Podemos. Verás que no es natural, que no es ni tan siquiera lógica. Y obvian que el partido no son sus cabezas visibles, que somos muchos, que las decisiones las toma la gente, por otra parte. Verás cuántos esfuerzos dedican a silenciar y tamizar noticias, cuán dados son a la publicación del titular sibilino en letras gigantes y a la rectificación semi-escondida en pequeñito. Te puede no gustar Podemos. Pero, ¿tampoco Ciudadanos? ¿UPyD? ¿Equo? Alternativas tienes, no me cuentes milongas. Mas si quieres seguir al servicio de estos poderes invisibles, es tu elección. Y no seré políticamente correcto: ni la comparto ni la respeto. Te mueve el puro egoísmo o el deseo de ser como ellos, no hay más.

Mi ilusión por el cambio no la vas a matar. Hay que acabar con estructuras creadas para perpetuar a los mismos en el poder. Te presupongo inteligencia para saber que eso no se consigue haciendo lo mismo de siempre, tapándose la nariz y votando de modo cautivo. Y no creas que estoy ciego, que yo no pongo la mano en el fuego ya por casi nadie. Pero ya habrá tiempo, si es preciso, de poner a los nuevos en su sitio si es que demuestran merecerlo.

Salud

Windows vs Linux: allá vamos otra vez

Aunque Halloween ya pasó, hoy me voy a disfrazar de Artem S. Tashkinov, aquel que se les aparece a los linuxeros talibanes como los que ya me están maldiciendo por no escribir GNU en el título del presente artículo. Si no sabéis quién es os recomiendo echar un vistazo a este enlace. Uno, que ya es perro viejo y lleva usando GNU/Linux en sus distintas formas, colores y sabores, de modo casi exclusivo desde el año 2.007, por mucho que se empeñe en ocasiones en salir de su jaula dorada, termina por tener que volver a entrar con el rabo entre las piernas y muy a su pesar. De manera que, desde mi máquina que de nuevo arranca en dual, os cuento por qué he tenido que abandonar el uso exclusivo de GNU/Linux en mi ordenador y de Cyanogenmod en mi teléfono móvil. Si eres de los que opinan que dichos sistemas son perfectos y el tito Bill es el demonio, ya puedes dejar de leer.

La necesidad de actualizar la BIOS
Un buen día se me ocurrió que mis continuos problemas con los puertos USB del equipo tal vez habían encontrado remedio en alguna actualización de la BIOS de la placa base. Ocurre que Gigabyte dispone de una sencilla utilidad para hacer esta delicadísima operación, pero, oh sorpresa, dicho programa está escrito para Windows. Hay que tenerlos del tamaño del caballo de Espartero para atreverse a usar eso con Wine, una aplicación que tiene sus virtudes, innegablemente, pero de la que nunca puedes fiarte del todo, según mi experiencia personal.

Cuando comprobé que había nada menos que 7 actualizaciones para mi placa base en la web del fabricante, supe que no había remedio: necesitaba otra vez una partición con Windows. Escarmentado ya del modo en que obtuve mi último Windows 8, decidí instalar el que traía mi equipo, un Windows 7 Home Premium y «disfrutar» de sus prestaciones con todas las de la ley. Horas y horas después de instalar controladores, actualizaciones de seguridad, opcionales, importantes y esas cosas de Windows, tuve finalmente un sistema plenamente utilizable. Afortunadamente, la actualización de la BIOS con el programa de Gigabyte resultó un éxito por su sencillez y rapidez. Sobre si ello sirvió o no para arreglar las extrañas «desconexiones» de los puertos USB, me temo no estar todavía en posición de afirmarlo o negarlo, aunque por mis trasteos en Ubuntu y Chakra parece que sí.

Los juegos: vamos mejorando, pero…
Durante el último año he recuperado mi vieja afición, que data de los tiempos en que Sir Clive Sinclair dio vida a su primer ordenador: los videojuegos. Gracias a Valve y su Steam, GNU/Linux está recuperando terreno en esta materia, lo que me permite jugar, por ejemplo, a Football Manager en mi sistema preferido de forma nativa. Otra cosa distinta es la calidad a la que puedo hacerlo, pues los controladores AMD, sin ser nada del otro mundo en Windows sí que mejoran a sus homólogos de GNU/Linux.

Claro está, que siempre hay un pero. Y el que yo pongo tiene su origen en una oferta de la tienda Green Man Gaming, gracias a la cual pude conseguir el juego «State of Decay» por apenas 4 euros. Muy iluso habría que ser para pensar que un título en el que interviene Microsoft Studios va a funcionar bajo GNU/Linux. Ya os digo yo que no, y no será porque no intenté todo lo habido y por haber: Wine en diferentes versiones, Playonlinux, artículos en ruso de uno que logró, heróicamente, hacerlo correr en Ubuntu (lástima, tenía una Nvidia), etcétera, etcétera.

La historia en Windows, bueno, ya la conocéis: instalar y listo. Lo habitual, por otra parte. Por no hablar del sonido, de mucha más calidad y con todas esas chorradas de «Dolby Surround» y «Bass boost» que hacen que retumbe la habitación.

Cyanogenmod y sus inconvenientes
Turno ahora para mi triste regreso a la ROM original en mi Galaxy S3 Mini. Si bien el problema de sobrecalentamiento de la batería quedó resuelto por entero, como contaba en su artículo correspondiente, persistían dos molestos inconvenientes: el reloj que se congelaba de modo aleatorio y la imposibilidad de usar algunas aplicaciones que eran útiles para mí, concretamente Google Play Music y Appgree.

Reconozco que la culpa la tengo yo. Un día me levanto rebelde y reivindicativo, dispuesto a pelear contra los monopolios y las imposiciones. Ese día nada me parece una molestia. Pero pasa el tiempo, el viento sopla desde otro sitio, y ese mismo yo se pregunta por qué renunciar a cómodos servicios, a quién beneficia mi perjuicio y para qué sufrirlo. Así soy yo, y quien me entienda que me compre…

Revisando Windows 7 Home Premium
Aprovechando este nuevo golpe de timón que ha hecho que Windows y GNU/Linux vuelvan a coexistir en mi equipo de sobremesa, se me ha ocurrido aplicar mi baremo habitual para clasificar las distribuciones al sistema de Microsoft. La verdad es que no ha sido una prueba tan exhaustiva como hubiera deseado, pues a pesar de que lo intenté durante un largo rato, no fui capaz de hacer funcionar la Phoronix Test Suite bajo Windows. Resumiendo un poco la experiencia, pues tampoco es plan de extenderse con la cuestión, digamos que, a día de hoy, una instalación limpia de Windows proporciona una mejor experiencia de usuario de la que solía en el pasado.

De hecho, me esperaba unos resultados mucho peores, sobre todo en cuanto a reproducción de archivos «out-of-the-box». Windows únicamente tuvo problemas con los archivos Matroska, los de vídeo digital (.dv) y los .3gp. En cuanto a otro tipo de formatos no multimedia, no se pueden abrir de serie los .pdf, ni tampoco descomprimir los .rar. En todo lo demás, da la talla.

En lo referente a resultados me sorprendió gratamente que la transferencia de archivos al pendrive fuese más lenta que en GNU/Linux… ¡por casi un minuto de diferencia! Claro está que, en el resto de parcelas gana Windows por goleada, sobre todo en cuanto al rendimiento gráfico medido por Unigine Valley, que arrojó un resultado de 511, casi 40 puntos más que en Ubuntu. Y en los navegadores, más de lo mismo, siendo muy superior el rendimiento de Chrome y solo algo mejor el de Firefox, sin tener en cuenta la insufrible velocidad de «scrolling» del ratón del primero en GNU/Linux, que no he encontrado forma humana de solventar.

Haciendo un somero repaso por las secciones que conforman la tabla de puntuación:

  • Instalación. Todo perfecto y en castellano.
  • Arranque y apagado. Bastante más lento que en GNU/Linux.
  • Software. Todo el que quieras y más, pero sin centro de aplicaciones.
  • Hardware. El escáner no lo reconoce por haber retirado el fabricante (Epson) los controladores para Windows. Ello hace completamente imposible su utilización bajo este sistema, salvo pagando a una tercera compañía llamada Hamrick Software.
  • Conectividad. Perfecto, incluyendo el «Grupo en el hogar» para comunicarse con el portátil.
  • «Out of the box». No está mal para ser Windows, reproduce mp3 y otros formatos propietarios que en antiguas versiones necesitaban de códecs.
  • Estabilidad. Ni rastro de pantallazos azules que, la verdad, hace mucho tiempo que no veo.
  • Fluidez. Bastante bien, con el lógico retardo inicial cuando se entra al escritorio, pero nada grave.
  • Gestión de energía. La hibernación no viene habilitada por defecto, algo que ocurre también en muchos sistemas GNU/Linux.

Para finalizar, penalizo a Windows con un error grave: imposible reiniciar en algunas ocasiones, obligándome a usar el botón de apagado del equipo. Esto no repercute en la estabilidad, pues solamente sucede al reiniciar y no de un modo continuado, pero el fallo está ahí y no es la primera vez que me ocurre (si bien, en el tiempo que tuve Windows 8.1 instalado no sucedió nunca). El resultado final tras todas estas tribulaciones es de notable alto (8’06), puntuación que no esperaba, sinceramente, y que supera con creces a la que obtuvo su predecesor, hace ahora 3 años, en el artículo que le dedicaba al que era, por aquel entonces, el sistema de clasificación del blog (6’36 para el entrañable XP).

Y hasta aquí mi pequeña excursión de hoy por el mundo «windowsero». Si has llegado hasta este punto en tu lectura es porque no eres extremista, y te lo agradezco. Mas no temas, que enseguida retomo las revisiones «normales» con openSUSE y sigo usando Ubuntu para casi todo. Sin embargo, a mi parecer, aun hoy, en noviembre de 2.014, parece imposible huir de una partición del sistema de Microsoft si te gustan los juegos de ordenador, quieres actualizar tu navegador TomTom o hacer lo propio con tu BIOS Gigabyte. Esta es, como siempre, mi experiencia personal y mi conclusión, que no tiene porqué ser la tuya. Tú, tal vez, tienes otros motivos para seguir en arranque dual o para haber desterrado a Windows de tu disco duro para siempre. A tu disposición tienes los comentarios por si te apetece compartirlos.

Salud

 

WINDOWS 7 HOME PREMIUM LSDH
Instalación 10
Arranque y apagado 1,25
Software 7,50
Hardware 7,50
Conectividad 10
Out of the box 6,25
Estabilidad 10
Fluidez 10
Gestión de energía 8,33
Pybench N/D
Apache N/D
Encode-flac N/D
Unpack-linux N/D
Unigine Valley 511
Browsermark FF 2.808
Browsermark GC 4.523
Transf. pendrive 4,46
Transf. disco USB 0,53
Transf. SD-card 3,56
Corrección por rendimiento +0,17
Corrección por errores -1,00
CALIFICACIÓN 8,06

Jaulas de oro

Normalmente cuando las ganas de escribir se hacen ya irrefrenables, las palabras suelen fluir de los dedos hasta el teclado y la pantalla con facilidad, como algo natural, que sigue su curso. Hoy, sin embargo, cuando tengo ante mí la inmensidad de una página en blanco, no sé cómo empezar. Oh, espera, si ya he comenzado… Pero dije que me retiraba del blogueo… ¿O eran unas vacaciones indefinidas? ¿Qué decir ahora? ¿Cómo vendo este enésimo cambio de parecer?

Espera, tranquilo, haz una pausa, respira. Es tu blog personal, no tienes que convencer a nadie más que a ti mismo. Casi lo había olvidado. Pues hala, convencido, vamos a continuar.


Os cuento hoy mi historia de resignación veraniega. Otra más, añadiría. Sabéis ya de sobra cuándo y por qué caí presa de la comodidad y la facilidad que da un sistema operativo propietario, uno que te lo entrega todo masticado a costa de pagar un doble precio: por un lado el dinero que cuesta y por otro el tener la seguridad de que tus datos son vendidos, reutilizados y tratados cual mercancía por varias empresas de renombre. Más adelante os explico cómo volví a tener conciencia de esto y el porqué no me apetecía seguir tapándome la nariz solo a cambio de… nada, en realidad.

Tras abrir la caja de Pandora linuxera en mi artículo de despedida comencé a hacer uso del sistema operativo propietario que mi distribuidor informático local me había instalado en el equipo de «aquella manera». Pronto descubrí que el tiempo le había afectado en muy mala forma a Windows 7, y era momento de probar la novedosa versión 8.1. El cómo conseguí probarla lo dejo a vuestra imaginación. No me siento orgulloso de ello, ciertamente, y ése es otro de los motivos para volver a GNU/Linux.

Usando Windows 8.1
En honor a la verdad, y esto es algo innegociable en mi forma de ser, tengo que admitir que la última versión de Windows constituye un buen sistema operativo. Por citar una virtud, aparte de las ya conocidas de tener acceso a la práctica totalidad de los programas, nos sirvan para algo o no (pero, ¿y lo bien que queda?), diría que se apaga muy rápido… si no fuera porque es una verdad a medias. La realidad es que hiberna en lugar de apagarse, lo que deja la partición NTFS en un estado de inestabilidad permanente que provoca errores a la hora de realizar el montaje desde GNU/Linux. Esto tiene solución, por cierto, desde el «Panel de control», pero no es algo que nos ocupe hoy.

Retomando el tono serio, es cierto que sí, que es un buen sistema. Ha mejorado mucho desde versiones pretéritas, lo admito. Además de resultar más fluido que sus predecesores, pude reencontrarme con una antigua afición: los videojuegos. Disfruté durante el verano de «The walking dead«, de Telltale Games, una especie de aventura gráfica muy conseguida, en la cual el peso de las decisiones que vamos tomando se nota sobre los hombros de un modo fantástico y a la vez turbador. Muy recomendable para los amantes del género y a un precio bastante asequible en la tienda de la compañía (en Steam es un poco más caro). Fin de la cuña publicitaria.

Resumiendo mi experiencia: me abandoné a Windows de un modo absoluto. Outlook y su calendario, junto con Onedrive, reemplazaron a ownCloud, tanto en mi equipo como en mi móvil. Google tomó el relevo de DuckDuckGo. Cero dificultades, todo comodidad. Vamos ahora con el precio a pagar.

El correo de Amazon
Una tarde del este año no tan cálido verano, me acordé de una sugerencia de un libro que había recibido unos meses atrás. Ni corto ni perezoso la introduje en Google y rápidamente tenía toda la información disponible ante mí. Al final, por razones que no vienen al caso, desestimé la lectura del libro y me dediqué a otros menesteres.

A la mañana siguiente, puntual cual lechero de los de antaño, tenía en la magnífica bandeja de entrada de mi correo Outlook un mensaje de la tienda de libros de Amazon con recomendaciones para comprar, siendo la primera, oh maravilla, el libro sobre el que buscaba información la tarde anterior en Google. Enseguida me surgieron preguntas con respuestas inconvenientes, como por qué Amazon conoce mi correo Outlook de reciente creación, por ejemplo. Y por qué Google cede los datos de mi búsqueda a dicha tienda, lógicamente a cambio de dinero. Y por qué cojones (con perdón) tengo que aguantar que me vengan a vender libros a mi correo electrónico. Sí, lamento la expresión, pero sirva para reforzar el tremendo cabreo que tenía en su momento.

Esta fue la razón número uno para replantearme la idoneidad de la herramienta que estaba empleando para poder usar mi ordenador. Incluso la de mi móvil, ya de paso, pues desde hacía varios días venía notando una actividad inusual de intercambio de datos en el teléfono que no parecía obedecer a algo legítimo. Todo ello con los servicios de Google corriendo en segundo plano… Buen momento para replantearse la instalación de Cyanogenmod.

Piratas del Caribe
Los que me habéis leído con asiduidad sabréis que tengo un niño de 7 años. Como rama dichosa que al árbol sale, siente bastante interés por la tecnología en general y los videojuegos en particular. En concreto, desde que anunciaran la última versión de un conocido simulador de fútbol en la tele me pregunta si no sería muy caro. En un primer momento vienen a mi mente tres palabras: «The Pirate Bay». Pero claro, luego hay que reflexionar: ¿qué educación quieres darle a tu hijo? Está en una edad en la que comienza a discernir con claridad el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto, lo moralmente aceptable de lo que no lo es tanto. Sé de buena tinta que el software, en demasiadas ocasiones, es exageradamente caro para lo que ofrece. Pero también tengo buenos amigos que desarrollan programas como modo de ganarse la vida. Descargar y usar software pirata no es éticamente aceptable, aunque sean creaciones de enormes compañías norteamericanas.

Y esa es la razón número dos. Quiero que mi hijo sepa que cuando uso algo lo hago con todo el derecho a usarlo. Lo que compro, porque lo he pagado. Y lo que la comunidad del software libre me ofrece desinteresadamente, porque disfruto usándolo y compartiendo mis experiencias con los demás.

Imagen de Píllate un Linux

Así que en ésas estamos. Ya no hay rastro de sistemas adquiridos de aviesas maneras en mi ordenador. Tan solo queda Ubuntu (libre de Amazon, claro) y una partición de pruebas a la que no sé si volveré a darle uso. Ya iremos viendo. En mi móvil, Cyanogenmod 11 ha regresado con renovados bríos y sin problemas de batería (los hubo, pero la solución a los mismos la dejo para otro artículo). En mi portátil, un Windows 7 legítimo que va más lento que el caballo del malo (4 años sin reinstalar, todo un récord, pero vaya como se arrastra el pobre sistema) con un Xubuntu 12.04 que apenas uso.

Tengo dos motivos para estar muy contento: por una parte han regresado las ganas de escribir en mi tiempo libre. Y los que han sido inoculados con esta enfermedad saben que solo se cura dando rienda suelta a lo que te pasa por la cabeza. Cuando uno tiene un blog, ese es el mejor lugar para hacerlo. Claro que, tampoco sé cuánto durarán, pero de momento ahí están. Y, por otro lado, por haber abierto la jaula de oro y piedras preciosas, que te da mucha comodidad, mucho instalar y usar, etcétera. Pero hay un precio, uno que se puede estar dispuesto a pagar o no. Yo, de nuevo, no lo estoy. Se acabaron las vacaciones.

Salud, amig@s.

La jauría humana

En solo cuatro días, que se dice pronto, cuatro simples días que han transcurrido desde las últimas elecciones europeas, ha surgido de las cavernas una ingente cantidad de opinadores que lanzan improperios como si no hubiera un mañana, cual jauría. ¿Por qué gente que ni siquiera sabía quién era Pablo Iglesias Turrión hasta el pasado domingo a eso de las once de la noche lanza insultos y calumnias contra su persona, con los ojos inyectados en sangre, por todo espacio de comunicación que se le presente? Los veo en la TV, los oigo en la radio, los leo en Facebook, Twitter y Google Plus. Una manada, como gobernados por una mente única, que gruñe, patalea y miente. Insisto: ¿por qué?

Han bastado cinco diputados, cinco escaños para el Parlamento Europeo. Más de un millón de votos de españoles para Podemos, un partido político que no se auto-denomina como tal, sino como un conjunto de ciudadanos que pretenden devolver el poder de decisión al pueblo, al entente más numeroso y siempre más perjudicado por quienes hacen política. Gente que ha adelantado por la izquierda a varios partidos, que se financia con campañas de «crowdfunding», que no envía cartas postales por valor de dos millones de euros a diestro y siniestro para promocionarse, ni paga vallas publicitarias o espacios en televisión. Y eso molesta y asusta, más lo segundo que lo primero, a la clase política acomodada y apoltronada, que no desea perder ninguno de sus privilegios. Hacen números y se acobardan. En solo cuatro meses ha logrado más de un millón de votos… ¿qué no podría conseguir de aquí a las próximas elecciones generales? Y empiezan a sudar… y a ladrar.

Si uno presta atención a sus ladridos, puede oir que Iglesias es una mezcla de líder bolivariano, tirano norcoreano y terrorista iraní. Todo en uno. Que es un anti-sistema (como si el sistema no fuera anti-nosotros). Que quema contenedores, hace malvados «escraches» contra honrados políticos, defiende utopías marxistas que nos llevarán a la ruina (como si no hubiera seis millones de parados y montones de personas que viven ya de la caridad en España) y mata un gatito cada día. Que pretende limitar mi derecho a ser asquerosamente rico, sí, ese derecho que, vaya fastidio oye, resulta que choca con el derecho de mucha otra gente a no ser pobre. Qué barbaridad, mire usted…

Me indigna profundamente que todos esos tipos y los que les siguen califiquen la irrupción de Podemos como la consecuencia de las dificultades por las que pasamos un montón de descerebrados, gente que escucha a un mesías con coleta y le vota sin conocer siquiera un punto de su programa electoral, esa lista de opciones trotskistas irrealizables. Nos llaman gilipollas en nuestra cara, básicamente. Será eso, será que los listos son ellos, los que siguen votando a los mismos que robaron, roban y robarán, los que no están dispuestos a modificar la Constitución salvo que se lo pida Alemania (y entonces la cambian en cinco minutos), los que apoyan a partidos con auténticas redes clientelares dentro del sistema que les proveen sistemáticamente de millones de votos propiciados por el miedo a perder el chollo. Los que rescatan bancos pero no a las personas. Ellos son los listos, los que votan con cabeza, claro que sí.

Y rematan con que la justicia social no existe, que las oportunidades estaban ahí para todos, que si tú no las aprovechaste es que eres un vago y un demagogo. Que yo tengo derecho a ganar miles de euros al mes y tú a no llegar a novecientos, porque yo lo valgo y tú no, yo me he esforzado y tú no. Como si no hubiera en este país más gente en paro que los llamados «perroflautas», esos a los que Iglesias quiere darles una paga por no hacer nada, quitándome a mí lo que es legítimamente mío. Que la culpa de tu desgracia la tienes tú y solo tú. Es una forma bastante eficiente de que no levantes cabeza, cuando crees que el único responsable de lo mal que te van las cosas eres tú mismo. Sus lujos, sus cuentas en Suiza, sus catorce sueldos, ésos no tienen culpa de nada. La culpa es tuya y del fontanero que cobra una factura sin IVA y del obrero que se compró un piso por encima de sus posibilidades. Tal es su desvergüenza.

Lo peor de todo este despropósito es que mucha gente se lo traga. Es así. Gente que es honrada, pequeños y medianos empresarios que ya tienen pesadillas con «el de la coleta» entrando en sus negocios y expropiando esto y aquello. Y se lo creen porque el sistema ya ha puesto en marcha la maquinaria propagandística para que así sea. En cuatro días, señoras y señores, cuatro simples días. Portadas de periódicos otrora serios y hoy una herramienta más de los poderosos, que tachan a un supuesto futuro Congreso de ingobernable si no se olvida uno de estos partidillos de tres al cuarto y vuelve a la senda del bien, el bipartidismo: los de la derecha y más allá. Aún más ilógico y desconcertante es toda esta basura extremista cuando uno se da cuenta de que hay quien ataca a Iglesias por todo lo contrario: comunistas «de toda la vida» que piensan que no es más que un juguete del sistema creado por una cadena de TV para dividir a la verdadera izquierda, y sus propuestas son tibias e inanes para cambiar lo establecido.

Pues tengo malas noticias para la jauría: Podemos ha llegado para quedarse porque la gente de a pie así lo ha decidido. Ladran, luego cabalgamos. Y me da igual que me llamen iluso, utópico o bolchevique. El sistema capitalista tal y como lo tienen montado ha alcanzado un punto de no retorno. Han robado ya tanto, y de un modo tan descarado, que hay mucha gente dispuesta a que esta farsa no continúe. Y cuando tantos se cansan, se unen y encuentran una cabeza visible (con coleta en este caso), entonces es cuando el miedo se muda de bando. Entonces es cuando, por muchos ladridos que escuches a tu alrededor, el cambio comienza a gestarse sin vuelta de hoja.