Pesadilla antes de Navidad

Si os lo temíais, estábais en lo cierto: ya estoy otra vez por aquí para dar la tabarra con una de mis batallitas de experiencias «ñuseras» frustrantes. Os comentaba en el último artículo que había vuelto al modo «remanso de paz», aprovechando las fiestas navideñas. Ahora que éstas han concluido paso a relataros en qué ha consistido esta vez la odisea. Ya en verano de 2013 tuve el primer ataque de hartazgo, pero lo dejé a un lado en aras de aportar mi granito de arena a una causa que apreciaba, como era la que entonces yo creía inminente (luego resultó no ser así) desaparición de Chakra por falta de manos para ayudar. Luego, una cosa llevó a la otra y me encontré de nuevo, de un modo más pausado, eso sí, en la dichosa espiral de instalar y probar sistemas operativos para el blog, subir paquetes a CCR, ayudar en los foros de Chakra…

Es muy cierto que somos una especie que tropieza una y otra vez con la misma piedra. Al poco tiempo de retomar mi actividad, y por seguir con los símiles rocosos, volvía a encontrarme cual Sísifo de la vida, empujando una piedra con forma de Tux hasta una cima de la cual volvía a caer como un péndulo retorna a la posición anterior en su bucle infinito de movimiento perpetuo. Y no es que no me diera cuenta, al contrario, pero estaba decidido a persistir a sabiendas de que de nuevo estaba atrapado en el mismo problema de la última vez. Pensaba que os lo debía a vosotros, lectores-sufridores de los continuos devaneos de un servidor. Y es que es duro ser bloguero.

Adiós Chakra, gracias por todo

He insistido tanto en alabar a Chakra que cualquier cosa que escriba parecerá ya redundante. Es la distro de la que me proclamé fanboy a los cuatro vientos, a la que tantas veces dejé tirada y otras tantas regresé con el rabo entre las piernas. Donde me sentí parte de una comunidad todo el tiempo en que traté de ayudar con lo poco que podía. Y también la distro en que, mientras hacía todas esas cosas, seguía oyendo el «run-run» incesante de quien no entiende el porqué había que complicar las cosas tanto en el tema GTK, aun respetando el ideario que dio origen a la propia distribución.

Los motivos para dejar definitivamente de usar Chakra tienen un poco de todo, pero el detonante principal de la decisión tiene que ver con el carácter de semi-rolling release de la distro, que comenzó a causarme problemas en tanto en cuanto las nuevas versiones de KDE parecían traer consigo ciertos retrocesos. Algunos errores eran nimiedades sin importancia, como el hecho de que el volumen se fuera al 100% con cada notificación del escritorio, algo que incluso tenía fácil solución. Otros, sin embargo…

Me encontraba una tarde más tranquilo de lo habitual, dado que mi retoño (practicante del noble arte del kárate) tenía que entrenar durante dos horas en lugar de la hora que suele. No recuerdo cual de mis auto-impuestas obligaciones me hallaba realizando, creo que estaba repasando los foros, cuando me sobresaltó mi mujer advirtiendo que se hacía tarde para ir a recoger al crío. Contesté que no era así, que faltaban aún más de tres cuartos de hora, a lo que ella respondió con una pregunta: «¿tú estás tonto?» (más de lo normal, se entiende). Tras ponerme un reloj delante de las narices me dí cuenta de que todo el Plasma workspace se había congelado hacía 45 minutos y, efectivamente, llegaba tarde a recoger a mi hijo. El reloj del escritorio, como toda la barra de tareas, estaba parado.

Obviamente lancé maldiciones varias en arameo al tiempo que corría por la calle para intentar llegar a tiempo. Luego del tremendo cabreo («esto no me había pasado ni en Windows, maldita sea mi estampa») empecé a comprender que no tengo edad, ganas ni tiempo de seguir viviendo en la continua inestabilidad de un escritorio que se renueva tan asiduamente. Y eso que a Chakra se la acusa precisamente de lo contrario… Pero aún había más.

Debido a la especial configuración de la distro, a mi torpeza o a ambas cosas a la vez, jamás conseguí que funcionara Ace Stream, un programa P2P para ver partidos de fútbol que va perfecto en Debian y derivadas, e incluso en Arch, por poner un ejemplo distinto al ya tan trillado de Shotwell. Varias veces compilé el programa, pero no pude subirlo a CCR porque, simple y llanamente, no funcionaba. Horas de «googlear» me terminaron convenciendo de que debía ser alguna incompatibilidad con el particular GTK de Chakra, porque en Arch andaba bien. Por supuesto que pensé en comentar el caso en los foros, pero los pocos desarrolladores estaban ocupados con el testeo de los nuevos paquetes y no me parecía que les sobrara el tiempo para algo así.

Luego estaba el asunto de la impresora HP Laserjet 1018 que había heredado de mi cuñado y que en Ubuntu funcionaba de perlas, mientras que con Chakra dependía de no se sabe qué el que le diese por andar o no. A veces bastaba reiniciar, otras tenía que enchufar el cable en un puerto distinto… Ni idea de qué causaba el problema, pero estar, estaba presente en Chakra y no en la distro de Canonical (en la LTS, al menos). Puede que sea algo relacionado con las nuevas versiones de cups, o foomatic, vaya usted a saber.

Si me conocéis un poco ya iréis adivinando que cada pequeña gota iba llenando el vaso del distro hopper un poquitín más. Lo que me pasó con mi hijo equivaldría a un manguerazo entero para hacerlo rebosar, de modo que decidí que necesitaba estabilidad y que estaba cansado de las regresiones de KDE. Y esta afirmación, en Chakra, equivale a verse obligado a abandonar la distribución. Como digo siempre, esto es mi experiencia personal y como tal la relato. A quien no tenga estos problemas, que Dios se la dé y San Pedro se la bendiga.

¿Otra vez la misma historia? ¡Me vuelvo a Windows!

Y allá vamos otra vez, huérfano de distribución. Había estado probando para el blog SolydK, una distro de la que todo el mundo habla maravillas, pero mi experiencia no había sido esa. A estas alturas de la película no encontraba motivaciones para publicar más artículos de prueba de distros, con lo que mis anotaciones sobre SolydK duermen el sueño de los justos en el fondo de un cajón de mi escritorio a la espera de una decisión. Para los curiosos, solo añadiré que obtuvo un 7’76 de puntuación y que no me resultó tan sólida como su nombre hace presuponer, cosas de intentar meter con calzador paquetes nuevos en una Debian que pretende ser estable, supongo. En cualquier caso, actualmente albergo serias dudas sobre mis métodos de calificación y la utilidad de estas revisiones tan pragmáticas. En otras palabras, tengo ganas de lanzar opiniones un poco más subjetivas y mi vigente sistema de puntuar me ata de pies y manos para hacer eso. Veremos en qué acaba este tema.

Yo seguía dudando, ansiaba recuperar mi vida anterior a GNU/Linux, y ese era el motivo por el que tenía meridianamente claro que volver a Windows era la solución definitiva al problema. Y lo hubiera hecho, hubiera instalado el sistema de los chicos de Redmond. Pero como bien escribía hace poco Yoyo Fernández, creo que era en Google +, uso GNU/Linux porque me gusta, no porque sea libre. Si quisiera ser «libre» usaría Trisquel, no tendría móvil y viviría en una granja en medio de ninguna parte. A mí me gusta GNU/Linux, me parece mejor sistema que Windows y lo uso por eso. Verme obligado a abandonar este sistema por la «triste guasa» de no ser capaz de quedarme quieto en una distribución concreta se me antojaba un tanto injusto a la par que absurdo. La culpa no es de GNU/Linux: ¡la culpa es mía!

Así que, tras pensarlo bien, puse una muesca más en mi revólver con el enésimo formateo del disco duro (pobrecillo) y la instauración de una única distro para gobernarlos a todos: la LTS de Ubuntu. Aquello ocurrió a principios de Diciembre, y aquí es donde me encuentro ahora y donde pretendo quedarme. La no existencia de particiones de pruebas implica, forzosamente, dejar de revisar distribuciones en modo «real».

Propósitos de Año Nuevo

Por supuesto que estáis en vuestro derecho de no creerme, a fin de cuentas he faltado tantas veces a mis «promesas» virtuales que no merezco otra cosa. Yo mismo no me creería, pero la sensación de tranquilidad que uno tiene cuando no está obligado a hacer cosas que no quiere hacer es una razón muy poderosa. Dejaré que una lista de actividades que creo mejores opciones para mi escaso tiempo libre, y que me parecen mucho más interesantes que probar distribuciones, haga los honores por mí:

– Disfrutar de la familia (esto es algo innegociable)

– Leer un libro (estoy con Guerra Mundial Z, de Max Brooks, gracias Mario)

– Ver series (tengo varias pendientes, como la última temporada de Homeland o Breaking Bad completa)

– Escuchar música (en esto ando algo estancado, me quedé en los 90)

– Estudiar (se convocan oposiciones este año para Enfermería en el SAS. Son ridículas en cuanto a número de plazas, 128, pero hay que intentarlo. Consolidación de empleo, que le llaman. Y ya en otras ocasiones os he hablado del continuo aprendizaje que demanda mi profesión)

– Jugar (he instalado Steam en Ubuntu y aprovechando la gratuidad de Left 4 Dead 2 le he echado unos ratillos… aunque ya estoy un pelín viejo para esto, como he podido comprobar. Y sí, me gusta el rollo zombie, también veo The Walking Dead, no tengo remedio)

– Escribir en el blog experiencias personales, tal que el artículo que estáis leyendo ahora, ya sea sobre GNU/Linux o lo que surja

Y, por favor, que no se me enfade nadie, pero el leer a tantos otros en la red, ya sea en Twitter, Google + o en sus blogs personales, atrapados en la misma telaraña del cambio de distribución, escritorio, versión, o lo que sea, se me hace muy triste. Tenemos que empezar a pensar, en un momento determinado, que un sistema operativo es un medio, nunca un fin. No es una religión, ni una filosofía de vida, ni nada de eso. Yo hace tiempo que lo sé, pero como comentaba en aquel artículo de la espiral, siempre fui un experto en postergación. De hecho, he logrado postergar algo que ya había conseguido hacer, volviendo a caer en el mismo círculo. Sin embargo, todos somos libres de continuar engañándonos, o no, sin contar aquí a quienes disfrutan del distro hopping, claro. Aquello que es divertido no puede ser malo. ¿O puede serlo? ¿No hay demasiadas personas que utilizan GNU/Linux no ya para trabajar, sino como mero entretenimiento? ¿Algo así como «tunear» el coche, pero gratuitamente?

Como digo siempre, mis disculpas por adelantado si todo este rollo os importa bien poco, este artículo es del tipo «no sé qué hacer, estoy cansado, necesito dejar de hacer esto». Los que tenéis un blog sabéis de lo que hablo. Si nos quedamos con lo estrictamente referente a distribuciones GNU/Linux, leit motiv principal de LSDH hasta ahora, podríamos resumirlo en que ya no estoy cómodo con una distro «rolling release» y necesito algo estable, sencillo y duradero, como la LTS de Ubuntu.

Termino con una maravillosa metáfora que le leí a Eduardo, lector habitual del blog de Yoyo, sobre el maestro cerámico que continuamente ponía a punto su máquina y se vanagloriaba de ella, hasta que alguien le pregunta si piensa fabricar una vasija algún día. Es lo más acertado que he leído nunca sobre una gran cantidad de personas que usamos GNU/Linux: «mira mi último Conky», «no puedo esperar a la nueva versión de KDE», «voy a probar Cinnamon, creo que consume 0.0001 Mb de memoria menos que mi escritorio actual»… Y a todo esto, ¿vamos a usar de verdad el ordenador algún día?